Octodad: Dadliest Catch (Wii U eShop)
|No sé si existe el género de humor en videojuegos. El humor suele ser algo paralelo, colateral, un acompañante a mecánicas bien definidas y reconocibles. Octodad no es así en absoluto, todo en él está destinado a sacar una sonrisa, formando un paquete sorprendentemente homogéneo.
La premisa es absurda: tomamos el control de un pulpo que se hace pasar por ser humano en su labor de abnegado padre y devoto marido. Sorprendentemente nadie se ha dado cuenta de su condición de octópodo, ni siquiera su familia, y nuestra misión es que siga siendo así. El problema (la gracia, en realidad) es que el control de Octodad es raro, malo, horrible. Deberemos combinar las dos setas y gatillos para bambolearnos de acá para allá, tratando de hacer las tareas más simples causando el menor estropicio posible.
La sola imagen de un pulpo en traje sirviendo bebidas (la mayor parte para el suelo), destrozando los estantes de un supermercado intentando coger unos cereales o simplemente tratando caminar con dignidad ya es de por sí ridícula. Funciona aquí perfectamente el humor tonto e infantil de gente cayéndose y resbalando, pero aún mejor es esa capa de lo cotidiano, la naturalidad de sus convecinos ante un comportamiento grotesco y sin sentido. Una suerte de Ministerio de Andares Tontos, en el que los andares tontos, sí, eran graciosos, pero aún más lo era la burocratización de éstos. Octodad es, en definitiva, esa secretaria del Ministerio tratando de servir unas tazas de café.
Esa picardía juguetona le da todo el sentido al control desastroso, a una cámara que no jugará a nuestro favor y a unos escenarios absurdos. El juego, que no sufre bugs ni nada por el estilo, es deslavazado en sus elementos, potroso, de un diseño casi pueril. Objetos desproporcionados metidos en mitad de nuestro camino, botellas de zumo que tenemos que conseguir colgando de un avión de juguete en lo alto de una montaña de cajas… Lo que sea para ponerle las cosas difíciles a nuestro acuático padre suburbano. No tiene vergüenza en copiar y pegar personajes y elementos, ni en que en ocasiones Octodad se enrede una pata con una silla, o que acabe él mismo hecho un nudo cuando trata de enchufar unos cables. Lo que en cualquier otro juego es un defecto, aquí sirve para reforzar las estrafalarias situaciones, e incluso juguetea a irritarnos deliberadamente de vez en cuando.
Sólo flaquea cuando abandona ese terreno cotidiano y se mete en labores narrativas, con mecánicas de sigilo o acción que no parodia, sólo incorpora. Son tramos cortos y el juego es lo suficientemente generoso como para pasarlo sin más problemas que cruzar una puerta (aunque sea toda una tarea en ocasiones), pero el control infernal se presenta al desnudo, perdiendo ahí ese punch que tan bien le sienta en las situaciones ordinarias. Sin embargo lo recupera con creces en dos capítulos extra, imprescindibles, en los que Octodad trabaja de enfermero (¡terror!) y, rizando el rizo, tiene una cita romántica en el restaurante en el que trabaja como camarero.
Octodad: Dadliest Catch es ridículo, cutre, idiota, molesto, absurdo. Sabe ser breve para no empachar (de hecho acaba rozando el límite), sabe ocultar sus flaquezas con marcianadas, enamora cuando la labor es comerse una ensalada con tenedor, y se vuelve más plano cuando, precisamente, tira de recursos manidos en juegos «normales». Una fantástica chifladura a la que sólo le ha faltado un puntito más de convicción para ser brillante.[3]
Octodad: Dadliest Catch
Desarrollador: Young Horses, Inc.
Editor: Young Horses, Inc.
Lanzamiento: 29 de octubre de 2015 (13’99€ Europa/ 14’99$ América)
Grande la comparativa con Monty Python, no pasará como obra maestra pero es lo suficientemente original para que lo recuerdes y lo diferencies del resto de juegos genéricos. No apto para todos los públicos, especialmente para los impacientes.