Bulb Boy (Nintendo Switch eShop)

A Bulb Boy hay que darle algo de cancha. Es, dentro de lo indie, un juego diminuto que poco aportará en esa balanza en la que ponemos habitualmente los juegos. Los Euros por hora y esas cosas. Desde ya os lo digo, este juego lo termináis entre hora y media y dos horas, y una vez terminado sólo volveréis a él para asustar a la suegra cuando venga de visita. El valor está en las sensaciones que provoca.

Es una aventura gráfica, digamos, moderna, la que quedó más o menos perfilada con Machinarium: diálogos expresados con pequeñas viñetas y puzles acotados al escenario en el que nos encontremos. Objetos los justos porque hay que usarlos todos, y como el uso es inmediato la dificultad no irá más allá de un par de intentos antes de avanzar.

Tampoco es un problema, en Bulb Boy seguiremos con interés el rescate del perro y el abuelo a manos del niño bombilla por la ternura con la que se retratan los personajes. En su viaje entre las sombras de su casa en ruinas, tendremos flashbacks que nos mostrarán momentos mejores en ese lugar, recuerdos alegres, emotivos y divertidos para que empaticemos con los personajes y sus repugnantes costumbres.

Eso no es un defecto, ojo. Es posible que estemos en el juego más escatológico que se ha hecho. Nunca he visto tanta acumulación de desmembramientos, vómitos, orines, pedos, eructos y cagadas como elementos de resolución de puzles. Un humor grosero, grotesco en ocasiones y sinceramente desagradable, digerible por el estupendo diseño artístico, y la sombría paleta de colores, que no hace sangre en esos momentos.

En resumen, es una experiencia breve y sencilla, pero también emotiva, que nos sacará un buen puñado de carcajadas y logrará ponernos los pelos de punta jugando con sencillez e inteligencia las cuatro cartas que tiene. Tanto es así que es absolutamente recomendable tomarlo como una pequeña película interactiva, bajar las luces, subir el volumen y jugarlo de una sentada.[3]