Una máquina para soñar

Quienes me conocen un poco, quizás se sorprendan si les cuento que mi entusiasmo por Nintendo Switch no es ni mucho menos comparable al de quienes me rodean (especialmente al de Joan, que es la otra mitad de Nintenbit). Ese «hype» un tanto tibio no se debe a que no me guste la máquina ni a que me falte fe en lo que Nintendo pueda hacer con ella. Todo lo contrario. Su concepto me parece brillante; el hardware pinta de maravilla; y nunca he estado tan convencido de que Nintendo cuenta con una estrategia comercial y de desarrollos que no tardará demasiado tiempo en dar sus frutos. Más no se puede pedir.

Mi actitud algo fría ante el lanzamiento creo que se debe a que todavía estoy de duelo por la muerte prematura de Wii U. Suelo tender, en exceso, a sacar conclusiones sencillas y creo que no es este pequeño artículo el lugar para analizar en detalle las causas que han llevado a ello. En todo caso, durante estos cuatro últimos años siempre he pensado que el problema de Wii U es que no terminó de hacer «click» con el público, ni pudo deshacerse del estigma que arrastró Wii en sus últimos años. A pesar de las esperanzas que tenía Iwata, nunca llegó ese juego estrella que cambiase las tornas y la percepción general sobre la consola. El final de la historia ya lo conocéis de sobra.

Tampoco voy a negar ahora que mis expectativas respecto a Nintendo Switch se han ido acrecentando con cada día que hemos ido tachando del calendario conforme se acerca el tres de marzo. A ello contribuye no sólo los nuevos aspectos que vamos conociendo y los múltiples anuncios de títulos que se han realizado, sino esa ilusión generalizada que se percibe y que parece que no lleva camino de decaer. Switch, por la razón que sea, ha gustado. Y mucho. Si soy sincero, no pensaba que podría encontrarme una panorama tan positivo en torno al lanzamiento de una nueva consola de sobremesa de Nintendo.

Cada uno tiene sus razones para esperar con ganas a la nueva consola híbrida. En mi caso os podrán parecer algo tontas, pero detalles como la vuelta del puntero que nos dio en su día el Wii Remote, una de mis formas de control preferidas, y con ello el posible regreso de varios géneros que florecieron en Wii o la segunda oportunidad para otros por los que las desarrolladoras no terminaron de apostar (aventuras gráficas, juegos de estrategia, shooters), me llenan de esperanza.

La eShop también es, sorpresa, otro motivo que me invita a ser muy optimista con Nintendo Switch. Es probable que Nintendo recoja lo que ha ido sembrando durante estos años de Wii U, marcados por una política abierta y flexible con las pequeñas desarrolladoras independientes. El número de Nindies que han prometido llevar sus juegos a Switch, así como la gran cantidad de títulos descargables que parece podremos disfrutar durante este 2017, son indicadores de que la plataforma digital va a gozar de muy buena salud.

Difícil es saber qué suerte correrá a la larga Nintendo Switch. Si será el inesperado y revolucionario éxito de Wii o en cambio el rotundo fracaso comercial de Wii U. Quizás ni una cosa ni la otra. Lo importante, de momento, es que da la sensación de que la consola empieza con buen pie, con el viento soplando a su favor, que no es poca cosa. Razones para soñar hay.

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