¿Juegas o consumes?

¿Os acordáis cuando no había internet? En aquellos tiempos nuestra fuente de información de videojuegos eran aquellas revistas tan petardas, en las que discriminabas los juegos casi que por la segunda cifra de la nota. Un 9,1 o un 9,7, esas solían ser las diferencias, que en cierta manera aún arrastramos. Muy petardas, decía, pero aún así en las decenas de páginas de publirreportajes a nadie se le ocurría asustar a la chavalada con reuniones de inversores, balances económicos o distribuciones de stock. Llegó internet para hacernos mayores y leer esas cosas, igual que se hace mayor aquél crío que jugaba a ser portero delantero y dejaba la pelota para jugar a ser entrenador gritón desde el sofá de casa.

Hemos crecido y nos hemos acostumbrado a consumir noticias de videojuegos, es como una afición paralela en si misma. Incluso por si misma, estoy seguro de que hay quién dedica más tiempo a leer que a jugar. Desde hace unos días que me pregunto de dónde saldría eso. Me respondo que de la propia red. En un periódico de papel no caben noticias del tipo «Microsoft lanza una actualización del editor de vídeo de Xbox Juan», o de gente haciendo cola en una tienda, hay que poner cosas que importan. La naturaleza infinita de lo digital se presta justo a lo contrario, no hay sitio de noticias más miserable que el que tiene lo mismo que hace media hora. Y hay que llenar.

Nintenbit Consumo Revista

Imagino que las empresas, hace años, tenían ahí un hueco para fabricar sus propios titulares. A poco que saliera alguien saludando por la ventana ya estaba en mil sitios web. Presumir de cifras, balances y todo eso para, supongo, llamar la atención de algunos inversores. Pero quizá sin querer nos transformaron en consumidores de noticias, leemos y opinamos como si formáramos parte de una especie de RTS de gestión de empresas de videojuegos. No veo nada especialmente malo siempre que no nos dejemos llevar demasiado por la corriente.

Sin embargo en la pasada generación empecé a sentir cierto runrún con este tema, como que se estaba yendo de las manos, o como que en cierta forma se nos empezó a teledirigir. Con los desarrolladores encerrados en los sótanos de las empresas, la voz de los videojuegos pasó a manos de los relaciones públicas, responsables de marketing o jefes de producto, gente que no siempre lleva camisetas al trabajo. Nos hemos acostumbrado a una jerga que no es propia de los videojuegos, o lo es tanto de ellos como de las lavadoras. No te dice nada del juego, ni de quién lo ha hecho, de qué va, cómo es o qué tipo de impulsos y tormentos vitales llevaron a los desarrolladores a hacerlo.

Nintenbit Consumo Evolve

No me entendáis mal, son labores que respeto e incluso me despiertan interés, esenciales para que cualquier jugador pueda enterarse de la existencia de un juego de su estilo pero, ¿no están empezando a secuestrar a los creadores? Veo a SEGA abandonando los modelos tradicionales para embarcarse en una aventura que, ahora sí, le da beneficios, en móviles y tal. Sin embargo el sistema me provoca escalofríos: los equipos de diseño crean un prototipo; ese prototipo llega a manos de los responsables de negocio; éstos devuelven el prototipo a los diseñadores señalando qué hay que cambiar de las propias reglas para que encaje en su modelo de negocio.

Veo el lanzamiento de Evolve y no puedo evitar sentir que es lo mismo a gran escala. No concibo a un creativo, alguien que ama los videojuegos, que sueña con construir algo cuando se acuesta cada noche, pensando en partir su juego por la mitad, vender una a precio completo y el resto a trozos, hasta acabar doblando el precio del juego. No me entra en la cabeza. Alguien quiere convertir los juegos en una tienda en si mismos, en una plataforma de compras, en algo que enganche y aburra a partes iguales, para que pasadas un par de semanas compremos un trocito más. Para ellos los juegos son un producto, las consolas un mercado, las tiendas un modelo. Y para nosotros actualmente esas cosas casi significan eso también, casi. Todavía nos queda un poco para dejar de ser jugadores y convertirnos definitivamente en consumidores.

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