Indies, cajas, cartuchos y otras cuestiones metafísicas

Hablar a estas alturas de la transición del modelo de distribución física al digital en el videojuego os parecerá algo más que aburrido. Normal. Podría decirse, sin miedo a meter mucho la pata, que hoy día es un tema más que agotado. A lo largo de estos años son innumerables los artículos y piezas de opinión que se han escrito sobre el tema, ya sea para vaticinar de forma un tanto apocalíptica la desaparición del formato físico, o bien para entonar con pesadez nostálgica el todo pasado conocido fue mejor.

En el mundo de Nintendo, donde todo se mueve un poco más lento (y no lo digo con connotaciones negativas), la generación que estamos dejando atrás fue una muestra clara de ese cambio de rumbo hacia la distribución digital: todos los títulos first-party pasaron a tener un lanzamiento simultáneo en versión física y digital; Nintendo recibió con los brazos abiertos los DLCs como forma de aumentar la rentabilidad y alargar la vida comercial de varios de sus títulos (Super Smash Bros. Wii U; Hyrule Warriors; Mario Kart 8…); nuestro querido Club Nintendo cerró sus puertas para dar paso a un sistema de fidelización del consumidor con premios y chucherías exclusivamente de tipo electrónico (la maldición del politono se hizo real al fin); y además, debido al nulo apoyo por parte de las editoras tradicionales en Wii U, la mayor parte de juegos de calidad que pisaron la sobremesa fueron títulos modestos que vieron la luz a través de la eShop y no en las estanterías de las tiendas de toda la vida.

A pesar de esta tendencia hacia la digitalización total, un fenónemo relativamente nuevo y cuanto menos curioso, es el que ha tenido lugar durante esta última generación: la publicación, cada vez más abundante, de ediciones físicas de juegos sobre todo modestos indies, que previamente sólo habían tenido presencia en el mercado digital. En Wii U el fenómeno se ha dado también, si bien de manera mucho menos pronunciada que en otras plataformas. En Europa, por ejemplo, pudimos disfrutar en disco de Teslagrad, Terraria y, gracias a la testimonial línea de eShop Selects, de Fast Racing Neo y SteamWorld Collection. En América por su parte tuvieron más suerte con la publicación en «retail» de Runbow Deluxe, TumbleStone, Shantae: Half-Genie Hero, DuckTales Remastered, Giana Sisters: Twisted Dreaams o NES Remix 1+2 de la propia Nintendo. Y si en unos meses nadie se echa para atrás, será posible adquirir en caja y en todos los territorios el genial Axiom Verge a modo de canto del cisne.

Como apuntaba, lo de Wii U nada tiene que ver con lo ocurrido en otras máquinas como PS4 donde, como consecuencia del enorme éxito de ventas de la consola, la publicación de juegos indies ha terminado por explotar durante los últimos dos años. Sólo hay que fijarse en el trabajo de editoras como Badland Games o la cada vez más conocida Limited Run Games, especializada en pequeñas tiradas muy limitadas (a veces de apenas 2.000 unidades) que se agotan prácticamente en cuanto se ponen a la venta, y que ya tiene a sus espaldas la publicación de una gran cantidad de pequeños indies de prestigio.

Es evidente que este fenómeno no supone una vuelta al formato físico, sino el descubrimiento por parte de las compañías de un pequeño hueco mercado que por unas u otras razones demanda este tipo de productos y está dispuesto a pagar por ellos, incluso un mayor precio. La cuestión es que,  además de muchas posibilidades y alegrías, este nuevo escenario plantea asimismo nuevos problemas tanto para usuarios como para desarrolladoras, que no habían surgido hasta el momento.

En primer lugar, aunque muchos usuarios abracemos resignados la distribución digital y reconozcamos plenamente sus ventajas, seguimos prefiriendo comprar en formato físico siempre que exista la posibilidad. Nuestras razones tenemos, pudiendo ir desde la simple afición al coleccionismo a la conveniencia de poder prestar y revender los juegos. Lo que pasa ahora es que en bastantes ocasiones estas ediciones de las que estamos hablando se editan pasado un tiempo desde la salida inicial del juego en las plataformas digitales, con los que se nos plantea el dilema de volver a pasar por caja, lo cual no suele ser gusto de nadie.

Encima, previendo esa situación, la cuestión ya aparece de un inicio, cuando con el lanzamiento de nuevos títulos en la eShop sospechamos que en un futuro, más o menos cercano, tendrán su correspondiente versión con cajita y cartucho. ¿Qué hacemos? ¿Compramos ahora y pasamos de la futura posible edición tan deseada o mejor esperamos pacientemente al anuncio de la misma? Pero esto no sólo es una problemática que afecte al bosillo de los usuarios. Precisamente hace pocos días uno de los principales responsables del remake de WonderBoy: The Dragon’s Trap aireaba en Twitter su preocupación por el creciente interés que despertaba una edición física del juego, que de momento no pasaba de mera posibilidad en un futuro, al poder implicar la pérdida de cuantiosas ventas del juego durante su lanzamiento digital, poniendo así en riesgo el éxito comercial del proyecto.

Debates al margen, no os voy a ocultar mi alegría general ante el panorama que se nos avecina. Si me llegan a decir que durante el primer mes de estreno de Nintendo Switch iba a tener ediciones física de juegos como I am Setsuna o The Binding of Isaac no os hubiese creído. Más de una vez me habréis escuchado en nuestro podcast decir lo mucho que me habría gustado poder contar con ediciones físicas de mis juegos favoritos de la eShop por pequeños que fuesen. Pese a que es evidente que la distribución digital ya ocupa un espacio mayoritario y es improbable, por no decir imposible, que la tendencia se invierta, la recuperación del formato físico, aunque sea de forma limitada y puntual, es más que bienvenida y con Nintendo Switch pinta a que vamos estar de enhorabuena en este sentido.

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